En los "tres"...la Eucaristía

Tal vez algunos no lo entienden, otros piensen que ha sido un tiempo perdido y, quizás, haya bastantes que consideren que eso no sirve para nada. Pero se equivocan. El tiempo de adoración y alabanza a Dios es el tiempo mejor invertido, porque hacemos aquello para lo que fuimos creados. Por eso, durante estos tres últimos días, mi mirada ha estado centrada principalmente en el Triduo al Santísimo, que hemos celebrado en mi parroquia. Han sido tres jornadas dedicadas a la adoración y alabanza de Jesús, el Hijo de Dios, que quiso quedarse con nosotros hasta el fin de los tiempos bajo las especies del Pan y del Vino. 

A lo largo de este triduo, además, hemos podido reflexionar sobre algún aspecto importante relacionado con el Eucaristía, tomando como referencia la Palabra de Dios del día y algún texto de algún Santo Padre o un santo más contemporáneo de nuestra Iglesia.

El primer día lo dedicamos a La Eucaristía y la ofrenda agradable a Dios. El texto patrístico fue tomado de las catequesis bautismales de San Juan Crisóstomo:

" Siempre que estamos a punto de acercarnos a la sagrada mesa, se nos manda besarnos mutuamente y acogernos con el santo saludo. ¿Por qué razón? Puesto que estamos separados por los cuerpos, en aquella ocasión entrelazamos nuestras almas unas con otras mediante el beso, de modo que nuestra reunión sea tal cual lo era aquella de los apóstoles, cuando el corazón y el alma de los fieles eran uno solo. Así, efectivamente, es preciso que nos lleguemos a los sagrados misterios: estrechamente unidos los unos con los otros. Escucha lo que dice Cristo: Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, marcha, reconcíliate primero con tu hermano y entonces ven y ofrece tu presente. No dijo: «Primero ofrece», sino: «Reconcíliate primero, y entonces ofrece». Por esto mismo nosotros también, con el don delante, primero nos reconciliamos mutuamente, y entonces nos acercamos al sacrificio.” (Catequesis Bautismales, IV, 10).

El segundo día reflexionamos sobre La Eucaristía: el sacramento de los débiles e imperfectos. En esta ocasión nos servimos de San Francisco de Sales y su explicación de cómo se ha de comulgar:

Si los mundanos te preguntan por qué comulgas con tanta frecuencia, diles que lo haces para aprender a amar a Dios, para purificarte de tus imperfecciones, para consolarte en sus aflicciones, para apoyarte en tus debilidades. Diles que son dos las clases de personas que han de comulgar con frecuencia: las perfectas, porque, estando bien dispuestas, faltarían, si no se acercasen al manantial y a la fuente de perfección, y las imperfectas, precisamente para que puedan aspirar a ella; las fuertes, para no enflaquecer, y las débiles, para robustecerse; las enfermas, para sanar, y las que gozan de salud, para no caer enfermas; y tú, como imperfecta, débil y enferma, tienes necesidad de unirte, con frecuencia, con tu perfección, con tu fuerza y con tu médico. Diles que los que no están muy atareados han de comulgar con frecuencia, porque tienen tiempo para ello, y que los que tienen mucho trabajo también, porque lo necesitan, pues los que trabajan mucho y andan cargados de penas, han de tomar manjares sólidos y frecuentes. Diles que recibes el Santísimo Sacramento para aprender a recibirlo bien, porque no se hace bien lo que no se hace con frecuencia (Introducción a la vida devota. II. Capítulo XXI).

El último día nos adentramos en La Eucaristía: Comida de Eternidad. Ese día nos guió San Agustín con sus sabias enseñanzas, y especialmente con este texto:

"Hay ciertamente una comida terrena, natural, con la que alimentamos la flaqueza y necesidad de nuestro cuerpo. Pero también hay otra comida celestial que satisface la piedad del alma. El alimento terreno tiene su vida propia, y también el celestial tiene la suya. El uno sostiene la vida de los hombres, el otro la de los ángeles” (In Io. Ev. 26, 17).

Tres días, tres textos, tres santos y tres miradas diferentes sobre un mismo misterio: el misterio de la Eucaristía.

¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar!


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