Lunes Santo

Oración de Jesús en el Monte de los Olivos



Cada Lunes Santo, cuando cae la tarde,
las calles de nuestro pueblo
recuerdan aquel momento
de Jesús orando en el huerto.

Ese día nuestra Campiña,
la Plaza, el Carmen y la Cuesta de San Francisco
se convierten en ese Monte Santo
donde Cristo, postrado y de rodillas,
implora consuelo en este trance de llanto.

Aquellos olivos enjugaron las lágrimas de nuestro Señor,
y supieron el precio de la redención.

¡Los olivos, nuestros olivos,
árboles escogidos para la última oración!
En ellos encontró la paloma
la rama que anuncia la nueva creación.
En ellos el rey halla riqueza,
en ellos el pobre halla su alimento
y todos disfrutamos su presencia
en los sacramentos.

¡Los olivos, nuestros olivos,
plantas nobles de larga tradición!
Adorno de nuestro paisaje,
compañeros de viaje,
testigos de la Pasión.
De aquel dolor infinito,
de aquel cáliz de amargura,
de la sangre que sudó.

¡Los olivos, nuestros olivos, 
testigos de tristes sueños!
A sus pies vieron dormidos
a Juan, Santiago y Pedro,
se olvidan de que está solo
su entristecido Maestro.

¡Los olivos, nuestros olivos,
madera del Madero redentor!
Enseñadnos a llorar
como el Maestro lloró.
Sus lágrimas sean nuestras lágrimas,
su Pasión nuestro dolor.
Imitad siempre el camino
de nuestro Mesías y Señor.




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