Mis grandes amigos: los libros
Si tuviera que elegir algo material especialmente significativo para mi, elegiría, sin duda alguna, mis amados y queridos libros. Ellos, ya sean viejos o nuevos, se han convertido en una predilección y unos grandes compañeros de viaje.
Algunos me han acompañado durante prácticamente toda la vida, como aquella Biblia roja que llevaba a la escuela cuando era niño, y otros acaban de
llegar a mi en estos últimos días, como los volúmenes de la Dogmatica de Karl Barth. Unos muy
importantes, como El Quijote, y otros de
los que apenas nadie sabe nada, como La vida de
San Bruno. Unos en facsímil, como
El Cántico Espiritual de San Juan de la
Cruz, y otros reimpresos, como El hereje
de Miguel Delibes. Unos de arte, como la Colección de las Edades del Hombre, y
otros de literatura, como la Colección de Clásicos de la Editorial Cátedra.
Unos de pensamiento filosófico, como Así habló
Zaratrusta de Friedrich Niestzche, y otros de diversión, como Los cuentos de Mafalda. Unos de historia, como
La princesa Éboli, y otros de aventura,
como Momo de Michel Ende. Unos que
alimentan la fantasía, como el Principito o
El Señor de los Anillos, y otros que te
sitúan en la realidad, como los estudios de sociología realizados por Cáritas.
Unos escritos por ateos, como Juliano, el
Apostata de Margarite Yourcenath, y otros por Santos, como Las confesiones de San Agustín.
En cada libro
se encuentra el tiempo, el trabajo y el esfuerzo de una persona o un grupo de personas. Por eso
todos, por pequeño o grande que sea, están impregnados de vida: la vida del
autor o de los autores. En todos hay algo que aprender y de todos se encuentra un nuevo aspecto de la vida, de
la historia, de la ficción, del sentimiento, del pensamiento… en definitiva, del ser humano y su
situación en el mundo.
Ellos se convierten en el camino que nos acerca a realidades inalcanzables, a lugares idílicos, a momentos inolvidables o a pensamientos sublimes. Y de ellos se aprende siempre. La única condición es que, como un niño en edad de aprender, nos acercamos a lo libros dejando que nos hablen y nos sumerjan en su mundo.
Existe un libro para cada momento. Ellos han sido compañía en tiempos de soledad; alegría en ocasiones de tristeza; esperanza en situaciones de desolación; serenidad en arrebatos de euforia… Vivo con el convencimiento de que los libros son uno de los pilares de la vida. Y cuando me faltan, me tabaleo y
dudo, camino sin saber a dónde voy.
Por todo esto, porque gran parte de lo que soy se lo debo a ellos y por
otros muchos sentimientos que sólo se puede vivir pero no soy capaz de
escribir, amo a los libros.
¡Feliz día del libro a todos!